Inmersos en una sociedad que ha privilegiado el desarrollo de capacidades intelectuales, hemos deshabitado nuestro cuerpo. Utilizándolo únicamente nuestra cabeza para conocer el mundo, hemos abandonado la parte inferior de nuestro cuerpo, especialmente nuestros pies que son nuestras raíces, nos conectan con la tierra que nos sostiene y alimenta.
Pasamos la mayor parte del tiempo sin tocar el suelo, metid@s en zapatos puntiagudos, estrechos, de tacón, que obedecen a modas y que aprisionan nuestros pies, pues nada tienen que ver con la forma anatómica de éstos y limitan su movimiento.
Herimos nuestras raíces, deformando nuestros pies, olvidando que en éstos se multiplican nuestros huesos, vasos sanguíneos, nervios y que todos los órganos del cuerpo se proyectan en la planta de nuestros pies. ¿Cómo no sentirnos incómodos, inestables, ansiosos, si estamos suspendidos en el aire, por encima del suelo sin poder apoyar la planta de los pies? la mayoría de las personas sufrimos de los pies y por tanto de nuestro cuerpomente.
El contacto de nuestros pies y piernas con la tierra nos permite descargar tensiones, bajar de la nube de pensamientos y preocupaciones y cargarnos de energía para que nuestro cuerpo esté más equilibrado, más enderezado y firme.
Si estamos enraizados es más fácil estar en contacto con la realidad, más atent@s en el aquí y ahora, dinámic@s. Nos es más fácil “saber quien soy y que espacio ocupo”, sentirnos más segur@s. El enraizamiento se relaciona con un sentimiento de confianza básica; “confío en que me apoyo y sostengo a mi mism@ y también confío en el vida.
Además, entre más en contacto están mis pies con el suelo, más profunda será mi respiración.
¿Qué podemos hacer para tener un mejor contacto con el suelo, para tener un mayor enraizamiento?
• Saber que los pies no necesitan soportes artificiales, lo que necesitan para su desarrollo perfecto es la libertad total de movimiento, sobre todo cuando de bebé se empieza a caminar.
• Ir descalz@ la mayor parte del tiempo posible; en casa, en los jardines, la playa, en terrenos con piedrecitas (evitar las baldosas y el asfalto), ya que esto es un masaje completísimo para el cuerpo y sus vísceras.
• Al estar de pie, pisar de forma que todo el pie toque el suelo: a) el talón tiene que apoyarse, al igual que la parte externa del pie. b) los cinco dedos de los pies deben tocar y apoyarse en el suelo, abiertos como un abanico. De esta forma se favorece el arco interno.
• Al estar de pie mantener las rodillas ligeramente flexionadas, ya que son las que amortiguan el peso. Al bloquearlas se rigidaza toda la parte inferior del cuerpo y la presión de la gravedad recae sobre la parte baja de la espalda, estresándola.
• Al estar de pie, mantener las piernas y los pies al ancho de las caderas, para que el peso del cuerpo se reparta en cada pierna.
• Usar un calzado que se adapte al pie y no al revés: que sea ancho y permita la amplitud y movilidad de los dedos de los pies. El calzado tiene que ir bien sujeto al pie y no al revés, porque esto estresa la musculatura del pie y la pierna. De igual forma, los tacones al desequilibrar nuestro cuerpo, hacen que aumenten nuestras curvas filológicas, provocando patologías en la columna.
• Darse un masaje largo en los pies con una pelota pequeña de plástico duro o madera, para suavizar la tensión de los músculos y tendones de la planta del pie y de toda la parte posterior de cuerpo.
En nuestro día a día podemos ayudarnos a enraizarnos, si procuramos tener conciencia de nuestro cuerpo y tratamos estar de pie de la forma descrita anteriormente cuando cocinamos, compramos, hacemos cola para entrar al cine, en la calle, etc. Con esta forma de estar de pie vamos corrigiendo también malos hábitos posturales.
Artículo adaptado de los libros y de nuestra experiencia personal y profesional:
Lowen, A. Bioenergética. Sirio
Munné, A. La evidencia del cuerpo. Paidós
Bertherat, T. Las estaciones del cuerpo. Paidós.
Bailey, M.. Artículo: “El arraigo”. Instituto humanista de psicoterapia corporal.
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